SamSara Dance
La cultura es —como escribiera en sus célebres líneas Pierre Bourdieu al definir a la sociedad—‘regular y reguladora’, ‘definitiva y definitoria’, ‘estructurada y estructurante’.
Hablar de la cultura del cuerpo es hablar de una envoltura abstracta de creación colectiva, un monstruo, un Leviathan que es forjado voluntad, vida, ánimo y personalidad; hecha hábitos, un monstruo que ahora ha cobrado vida propia, y ya es independiente de nosotros.
Pero hablar así de la cultura remite a debates interminables y a callejones sin salida; sin embargo, si fuera por otro extremo, tal vez afirmaría la barbaridad de que la cultura se define en función de lo culto. Llegaríamos al extremo reduccionista, al concluir sin ningún cuidado que la cultura tiene que ver con la alfabetización o bien, con el nivel socioeconómico.
Hablar de la cultura del cuerpo podría observarse creo yo, desde tres puntos de vista distintos. El primero, sería sin duda el que coloca al cuerpo como un representación de la cultura, como símbolo o signo, con lo que Bourdieu denominó el hexis corporal, la representación de nuestra voluntad y, digamos, de nuestro ser social a través de nuestro cuerpo, de nuestros gestos, ademanes, vestimenta, etcétera: Eso dice algo de lo que representa cada persona; aunque no representa “todo lo que hemos sido” o “podemos llegar a ser”. La cultura, corporeizada y llevada a lo social ya por el contacto cara-a-cara, ya por la internet y vía la intersubjetividad o la interacción física, con otros individuos, habla de una cultura del cuerpo.
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